Kaixo Euskadi

Foto de Iker Merodio

A punto he estado de titular este texto con un «Agur ETA». A punto de ceder, por costumbre, el papel principal a quien no puede merecerlo. ETA deja las armas, sí. Pero ETA no es la protagonista de este día. La última banda terrorista de Europa ya ha chupado demasiada cámara en los últimos 50 años a base de odio y sangre. 829 muertos, cientos de familias rotas. Nunca podremos olvidar el dolor de las víctimas, el miedo constante de políticos y periodistas, el forzado silencio de quien no puede hablar con libertad. Eso, y confieso que hoy me apetece ser optimista, se acabó.

Quiero creer, respirar tranquilo y confiar. Aunque ETA no merezca mi confianza, Euskadi sí la merece. Los vascos la merecen. La herida de ETA va más allá de un rastro de muerte. Su terrorismo ha provocado una mancha hasta ahora imborrable sobre la sociedad vasca, una mancha que seguía a cada ciudadano de Euskadi (incluso de toda la llamada Euskal Herria) allá donde pusieran un pie. Decir «soy de Bilbao», de Donostia, de Vitoria, de Zarautz o de Eibar no provocaba la misma reacción que un «soy de Cuenca».

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